Francisco Squeo Acuña
Argentina 
Francisco Vicente Squeo Acuña, el Sacronte, alias "duende de la albahaca" nació en la ciudad de La Rioja el 27 de octubre de 1938.
Se recibió como mejor alumno en el colegio Joaquín V. González, promoción 1960. En ese mismo año codirigió el periódico Eco Estudiantil con Juan F. Deleonardi. En 1963 fue miembro fundador del núcleo de artes y letras Monoblock al Sur, Avellaneda, junto a Alfredo Carlino, Angélica Copetti y Walter Fumarola. Estudió abogacía en Córdoba y en La Plata, abandonando los estudios en 1964.
En ese año volvió a La Rioja y se quedó cuidando a su madre mientras realizaba la huerta de Santa Justina.
Durante los años 1965 y 1968 dirigió el periódico literario
Arauco. Abandonó luego La Rioja y se instaló en Buenos Aires. Colaboró en la revista Macedonio dirigida por J. C. Martini Real y Alberto Vanasco.
El 17 de diciembre de 1969 ofrece su primer recital de poemas en el Teatro del Centro acompañado por el concertista de guitarra Rodolfo Fernández Brac. Realizó recitales en la mayoría de los centros culturales del país.
Trabajó en la editorial corregidor corrigiendo numerosos libros de autores nacionales y extranjeros.
En 1967 recibió el primer premio en el certamen nacional sobre Felipe Varela y Pozo de Vargas en la provincia de San Juan.
Su primer libro, Cantos Cisandinos (Editorial Rayuela,1972), fue presentado por Alberto Vanasco. Diente de león (Milton, 1988), fue presentado en el Viejo Almacén con un breve festival.
Squeo Acuña es un poeta errátil, hacedor de comidas, labriego y entendido en fitoterapia. Sus poemas figuran en numerosas antologías nacionales y del exterior.
Falleció en Buenos Aires, a causa de un trágico accidente, el 11 de abril de 2006.
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El tallo de la memoria
Con los "sentidos desarreglados", como Rimbaud quería, con la brújula desorientada por el cielo, este poeta arrojó su poesía entre nosotros para hacernos sentir las radiaciones del dolor solitario, la congoja quemante de sus entrañas, la desolación que posee un poeta entre los hombres.
Le abrimos la ventana de la casa, como a un viento cansado.
No es este un grito dichoso y esperanzado, no, es ni más ni menos que la enrevesada congoja de un hombre dolorido y desolado que arroja entre los hombres su carcajada sombría, con la simulación de una sonrisa dichosa.
Elvio Romero ... ver más detalles de esta obra |